sábado, 2 de abril de 2011

Vergüenza

          Yo soy una niña. Llevo trenzas y un vestido de lino blanco con cuello recto, y una rosa roja en el pelo que le he quitado a mi hermano Ángel de su jardín. ¡Ah, y unos calcetines blancos, y unos zapatitos nuevos! Estoy subida en la mesa de la cocina. Juego a ser artista.
          — Querido público — estoy diciendo —, con ustedes la Eleni de Burujón, la cantante más famosa de España.
          Mi padre está en la puerta desde hace un rato. Yo aún no lo he visto. Estoy mirando hacia la ventana que da al patio pequeño de la casa antigua. Ahora, cincuenta años después, imagino la cara embobada de mi padre — ¡le gustaba tanto la música!—, puedo oler incluso el tabaco que llevaba en la petaca, y el romero pegado a las alpargatas; puedo incluso oír su voz rasgada de mucha labor y muchas fatigas.
          Empiezo a cantar. Me vuelvo, y lo veo. Y me pongo roja como un tomate. Y salto de la mesa. Y lo atropello en la huida. Y me escabullo en este recuerdo que se me viene ahora con toda claridad, como si fuera de ayer mismo.