miércoles, 25 de marzo de 2009

HISTORIA DE MI NOMBRE (4)

         Aquellos tiempos no fueron fáciles para nadie. Mi padre trabajaba en el campo, pero no era suficiente. No lo era porque mi madre siempre fue una mujer muy adelantada para su tiempo. Ella quería que sus hijos estudiaran. Maestro; a ella le gustaba esa profesión. No se conformaba con darles unas tierras para la labor. Así que lo habló con mi padre y se decidió que ella fuera a la casa de su hermano, a Toledo, durante el curso escolar, que se abriría allí una posada. Así daban estudios a los niños y abrían una puerta de ayuda económica. Dicho y hecho. Mi infancia es eso, la casa de Toledo, mis hermanos, mis ochos hermanos, los estudiantes en el comedor, y el juez de paz siempre con un libro abierto sobre la mesa. Mucha gente que entra y sale. Vivir hacia fuera, con los otros. No me gusta la soledad.
          Pero a lo que iba. Estábamos a la mesa camilla. Yo andaba sobre los doce años. Era a primeros de Diciembre. La luz entraba por la ventana disimuladamente, desde el callejón. Mi madre nos contaba la Historia Sagrada. En concreto, la llegada a Belén de José y María; y todo aquello de que nadie quería hospedarles. Yo estaba muy emocionada con la venida del niño Dios y muy triste por la impiedad de los hombres. Mi madre siempre decía que en donde comían dos comían tres; y suelo para dormir, en la casa, todavía había mucho.
          - Madre, si el Niño Jesús hubiera venido a Toledo, nosotros le hubiéramos dado posada, ¿verdad?
          Recuerdo la escena de aquella tarde porque mi madre me miró de una manera que no he olvidado nunca. No sé, sentí como un respingo por todo mi cuerpo cuando ella dijo:
          - Claro, “Eleni”, claro.
          Y luego la caricia, y el beso en la frente.